Astronomía Homérica
Alberto Rojo
Constantino
Baikouzis vive en Buenos Aires, diseña mapas
astronómicos para el Observatorio de la Plata, no tiene título universitario, y
es responsable de un revuelo periodístico de proporciones épicas. “Tengo la
cabeza hecha un bombo” me dijo por teléfono, aludiendo a los múltiples pedidos
de entrevista. “Me llamaron de la BBC de Londres a mi casa para hacer una nota
en vivo. Eso no me ocurrió en diez mil años”, agrega sin reparar en la ironía
de su metáfora: su trabajo, publicado en
coautoría con Marcelo Magnasco en la edición
de esta semana del Proceedings of the National Academy of Sciences, atribuye cierta
literalidad cronológica a la Odisea, el clásico poema griego. Si la conclusión
del análisis de Baikouzis y Magnasco
es cierta, la llegada de Odiseo a Ítaca, usualmente considerado un hecho
ficticio embebido en el contexto histórico de la guerra de Troya, es un hecho
real y ocurrió el 16 de abril de 1178 A. C., el día de un eclipse total de sol
sobre las islas griegas. En un despliegue de meticulosidad al confrontar la
sucesión de alusiones narrativas con datos astronómicos, los autores están
convenciendo al mundo de algo insólito: todavía es posible decir algo nuevo
sobre la Odisea.
La historia
comienza en 1990 cuando Constantino, que se autodefine un apasionado por la
literatura clásica, advierte, en un capítulo de la Introducción a la Astronomía
de Cecilia Payne-Gaposchkin, un epígrafe tomado del canto XX de la
Odisea: “El sol ha desaparecido del
cielo y se ha extendido funesta niebla”.
En el libro se menciona la posibilidad de que Homero (o los muchos
autores que llamamos Homero, como diría Borges) se esté refiriendo a un eclipse
de Sol. “¡Cómo se me pasó por alto este fragmento!”, me cuenta Constantino, que
lee la Odisea en griego antiguo y se refiere a sus personajes con la
familiaridad de un Basile recitando el mediocampo de Boca. El término traducido
como “desaparecer” (epidedromen)
tiene una connotación de ataque por sorpresa que a le llevó a pensar que en
efecto podría tratarse de un eclipse. Un eclipse de Sol es una especie de
ataque por sorpresa: si bien la luminosidad va disminuyendo a medida que la
Luna cubre al Sol, la oscuridad llega de manera muy abrupta en el momento en
que lo cubre por completo. “Lo comprobé en el eclipse de1 11 de agosto del 99
en Turquía. Ves luz, luz, mucha luz, luego una pequeña baja de luminosidad y de
repente se apaga todo. Es el espectáculo astronómico más emocionante. Las estrellas
empiezan a verse, baja la temperatura y la aves se van al piso, confundidas por
una noche que llega sin crepúsculo”.
Dado el
indicio claro de que la cita podría ser un eclipse, Constantino buscó en tablas
de eclipses que correspondían a la época. El más cercano era el del 16 de abril
de 1178. Lo que sigue es un análisis detallado del viaje de Odiseo, contando
los días para atrás y comparando el texto con una reconstrucción del mapa del
cielo de ese entonces. “Homero va
contando día a día lo que ocurre en la Odisea desde el momento en que Odiseo
abandona a la ninfa Calipso en su viaje a Ítaca. Se arma una balsa y navega con
la Osa Mayor a la izquierda”. “Esta es
la primera cita histórica de navegación astronómica”, comenta Contanstino. Homero describe que Odiseo navegaba mirando
las Pléyades y la constelación del Boyero. La referencia a la Osa Mayor “no nos
sirve”, ya que es circusnpolar (gira en el cielo sin
ponerse en el horizonte) . Pero en los días antes del
eclipse el Boyero se veía sobre el horizonte, y se veían Pléyades tal como dice Homero. El otro
indicio es cuando Odiseo llega a Ítaca, de noche, y ve a Venus antes del
amanecer. Venus, según la época, se ve o
antes del amanecer o después del atardecer pero en efecto, en esa época, se ve
por la madrugdada. Constantino me cuenta que la
elaboración del trabajo fue un diálogo de muchos años con Marcelo Magnasco, biofísico argentino de Rockefeller University en
Nueva York. El cuarto indicio, una clave tan
crucial como especulativa propuesta por Magnasco,
hace que el eclipse homérico sea verosímil: la referencia al dios Hermes que
vuela hacia el oeste, a la isla de Ogigia. La
propuesta es que Homero, al referirse a Hermes (conocido como Mercurio para los
romanos) se está refiriendo al planeta Mercurio, que cada 116 días cambia de
rumbo. Usando un software de uso
comercial, los autores barrieron las 1684 lunas nuevas (necesarias pora un
eclipse de Sol) entre 1250 y 1125 A. C. y todos los eventos parecen coincidir
en el orden descrito en el texto.
El trabajo
no es inmune a objeciones y los mismos autores reconocen que no dieron una
prueba definitiva, entre otras cosas porque la Odisea fue escrita cinco siglos
después de la guerra de Troya, y la información histórica fue transmitida por
tradición oral. Pero las referencias son
muy sugestivas a la manera de los “trazos de perspectiva dibujados en lápiz
detrás de una pintura.”
Alberto Rojo