Una partícula por Dios
Alberto Rojo
El mundo
empezó como una sopa caliente, extremadamente caliente. Esto se sabe muy bien a
través de experimentos indirectos. Por ejemplo, parte del ruido que se
escucha en los televisores fuera de
sintonía fue emitido al principio de los tiempos. Hoy lo escuchamos tenue
después de eras y milenios de enfriamiento y expansión del universo. Al
enfriarse esa sopa incandescente empezaron a formarse grumos, los átomos, el
carbono, luego las estrellas, los planetas, nosotros.
Pero no sabemos
muy bien de qué estaba hecha esa sopa primordial. Para saberlo habría que
cocinar todo de nuevo. Y eso es lo que se busca con el "Large Hadron Collider"
(LHC) que entró en funcionamiento hoy, con una repercusión periodística única
en la historia de la ciencia.
El LHC es
un acelerador de partículas, y las acelera a velocidades que nunca se
consiguieron antes. Luego las partículas chocan entre sí y al chocar reparten
por doquier los restos de un estallido microscópico que se asemeja al universo
en su comienzo. Una de las partículas que se espera encontrar es el así llamado
"bosón de Higgs",
hoy más conocido que Maradona. Esta partícula no es
una partícula más. Es diferente del resto y
(en las teorías
actuales) es la responsable de que las demás tengan peso, o, en lenguaje más
técnico, de que tengan masa.
En 1993, Leon Lederman, premio Nobel de física, publicó un libro de divulgación refiriendose al "Higgs".
El título era provocativo: "La partícula de Dios:
Si el
universo es la respuesta ¿Cuál es la pregunta?" El nombre quedó acuñado.
¿Se
encontrara la partícula y, si se encuentra, cuán importante es el resultado?
Para mi amigo Alejandro García, físico nuclear de la Universidad de Washington,
es casi
seguro de que se la va a encontrar, aunque es probable que se tarde unos tres o
cinco años, ya que hay que explorar muchos choques antes de estar seguro. Más difícil es predecir su importancia. Uno
podría haberse preguntado, en 1919, si valía la pena hacer experimentos que
diluciden la curvatura del espacio predicha por Einstein.
Hoy, sin la comprensión de esa curvatura no podría operar el GPS.
Ese tipo de
argumentos no fueron suficientes para el congreso norteamericano, que en 1993
canceló el apoyo económico a un acelerador de mayor energía que estaba construyéndose
en Texas. El LHC, en cambio, tiene apoyo de la comunidad europea con una línea
en el presupuesto garantizada, que no es tratada en el parlamento.
Hablar de
acelerar partículas y crear altas energías invita a postular riesgos y
cataclismos. Con el LHC no hay riesgos. Una prueba de esto es que nuestro
planeta está constantemente bombardeado por partículas microscópicas (los rayos
cósmicos) de energías mucho mayores que las producidas por el LHC. Es una
lluvia tenue de partículas muy rápidas. EL LHC consigue (conseguirá) crearlas
en cantidades mayores y concentrarlas en un túnel subterráneo. Pero si hubiera
riesgo de daño, habríamos sido víctimas mucho antes.
Se llegó
incluso a hablar de agujeros negros y catástofes
apocalípticas. Para mi colega David Garfinkle, "Chairman" del comité de gravitación de la Asociación
de Física Norteamericana, no hay sustancia teórica detrás de las predicciones
de agujeros negros. Un agujero negro es un objeto denso del que la luz no puede
escapar. Vienen en distintos tamaños; Según Hawking,
uno de los gurúes del tema, son, cuanto más calientes, más chicos. En el
(según David) remoto caso de producirse en el LHC, serían tan chicos y tan
calientes que se evaporarían al instante.
Uno de los
mayores entusiastas de el LHC y sus potenciales
resultados es Gordon Kane,
autor del libro "Supersimetría". Hablé con
él hoy a la salida de clase. "¿Viste que estoy en la primera página del New York Times y en el London Times de hoy no?", me dijo orgulloso.
"Yo prefiero llamarle la máquina
del porqué (la why machine)
y no la máquina de Dios. Lo más probable es que nos ayude a entender el origen
de la materia oscura y muchas otras cosas más". Le pregunté su opinión
sobre este gasto monumental de dinero para un experimento. Su respuesta era anticipable. "Además de la comprensión del mundo, no
te olvides de que, entre otras cosas, el Internet se inventó en el CERN (donde
está el LHC); pensá en el beneficio económico que se
desprendió de eso."
Me asombra
(y se lo comenté a Gordon) semejante revuelo
periodístico por el comienzo de un experimento, y no por un resultado. En mi opinón no hay un precedente de este tipo. "Este
experimento nos conecta con las preguntas más fundamentales", me dijo.
"Y eso no ocurrió nunca antes. Si no estás de acuerdo podemos discutirlo
más en otro momento, sería divertido".