El calentamiento global es un caso de contaminación política de un problema científico. Si crees que es una realidad sos de izquierda, si no, sos de derecha. Al menos en la versión norteamericana de la dualidad izquierda-derecha, tan vacía como cualquier otra.
En el medio del debate hay casos llamativos, como el de Ian Giaver, premio Nobel de física, que apoya a Obama, y que en setiembre pasado renunció a la Asociación de Física Norteamericana, en dicenso con un pronunciamiento de la Asociación que considera “incuestionable” al calentamiento. Y hace pocas semanas, siguiendo a Giaver, un grupo de científicos muy calificados publicó una carta en el diario Wall Street Journal titulada “No hay por qué entrar en pánico con el calentamiento global”, a la que le siguió una réplica de clímatólogos que los equipara con “dentistas opinando de cardiología”.
Propongo entonces repasar las zonas de consenso científico del debate.
¿Existe un calentamiento global? Sí, pero, según los estudios más confiables, en el último siglo el aumento fue de menos de un grado (otros dicen dos grados). Lo sutil aquí es que el aumento no es suave y gradual. Como bien sabemos, las variaciones de temperatura de un año a otro son mucho mayores a un grado, y también hay variaciones grandes de lugar a lugar. El calentamiento global es un promedio de variaciones más grandes, en distintos lugares de la tierra y en distintos momentos. No tiene sentido decir, por ejemplo, que este verano fue muy caluroso, o que llovió más, por el calentamiento global. El verano próximo podría ser 5 grados más frío, aún con calentamiento global.
¿Por qué tanto revuelo con un calentamiento tan “chico”? Porque se teme que ese aumento siga, y que llegue a, digamos 10 o 15 grados a fines del siglo XXI. Y esa posibilidad sí es muy cuestionable.
¿El calentamiento se debe a causas humanas? Decir “sí, incuestionablemente” es exagerado. La respuesta de estudios respetables es: “probablemente”, aunque para los últimos 50 años dicen que hay un 90% de chances (y no 100%) de que sea debido a causas humanas.
¿Al Gore exagera? Sí, mucho. Sobre todo con el tema del aumento del dióxido de carbono (“CO2”), el gas que se produce en la combustión del motor del auto y cada vez que se quema carbón o derivados del petróleo. Las mediciones, que van incluso siglos atrás, muestran un aumento CO2 en la atmósfera, eso es cierto. El gas crea una capa en la atmósfera que hace de la tierra una especie de invernadero y tiende a calentarla. Entonces, dice Gore, cuando hay más CO2 la tierra está más caliente y, como producimos ese gas, somos responsables del calentamiento. Pero la cosa no es tan simple. El CO2 y la temperatura van más o menos juntos, cierto, pero ¿cuál es la causa y cuál el efecto? Las plantas de la vegetación terrestre absorben CO2, la mayoría del cual se disuelve en el mar. Si la tierra se calienta el gas tiende a evaporarse. Entonces, según la mayoría de los geofísicos, resulta que es más probable que el aumento de dióxido de carbono sea una consecuencia que una causa del calentamiento global. De modo que es al menos cuestionable que estemos calentando la atmósfera con el caño de escape.
¿Y la disminución de las masas de hielo en los polos? La disminución es cierta, pero la temperatura en la Alaska, por ejemplo, no está en sincronía con el resto del planeta, de modo que no es claro que el efecto sea debido calentamiento global. No hay que olvidarse que la masa de hielo de nuestra querida tierra subió y bajó mucho a lo largo de milenios (los famosos períodos glaciales). En la ciencia del calentamiento global se usan por un lado mediciones y por otro modelos muy complejos con computadores para predecir y comparar ideas. Las mediciones de las masas de hielos en la Antártida se hicieron con satélite en 2000 (la misión GRACE) y lo interesante es que los cálculos anteriores a la misión predecían un aumento y no una disminución de la masa de hielo por el calentamiento global. ¿Por qué? La idea era que el calentamiento aumenta la evaporación de los mares, ese nuevo vapor de agua va a los polos y se convierte en mayor nieve que luego se convierte en hielo. Si la misión GRACE hubiera medido un auemento de hielo en los polos es probable algunos lo consideraran una verificación del calentamiento global. Pero la medición salió al revés. Eso no contradice el calentamiento global, por cierto, pero indica que la baja de los hielos no es una prueba contundente del calentamiento.
Estas son algunas sutilezas que vale la pena tener en cuenta en las discusiones políticas del tema.
Publicado en: El Desmitificador Blog de TN