Mi amigo Lucho S. me mostró una foto que anduvo circulando por Facebook, de un gato caminando, muy orondo, frente una fila de ovejeros alemanes. “Esto es tener huevos”, decía el título. Para mí era una imagen fotoshopeada. Pero Lucho defendió la valentía del gato: “Mirá con la cara de ahí va mi canapé con la que lo miran los rropes”, me contestó.¿Puede un perro poner cara de ahí va mi canapé, o es una mera proyección de nuestros sentimientos sobre una máscara canina?El perro es un animal muy especial, es el único que no necesita ser domado para vivir con gente y aún así sigue reproduciéndose alegremente. Y es un producto único de la evolución (natural y artificial): parece raro, pero luego de mezclas sucesivas, y en cosa de diez mil años, partiendo del lobo se llegó al chihuahua y al gran danés.Hay muchos libros sobre el tema, pero uno que me pareció bárbaro es el de Alexandra Horowitz, En la mente de un perro: lo que los perros ven, huelen y saben. Horowitz analiza, con mucha inteligencia y rigor científico, la relación perro-hombre (o perro-ser humano) y concluye que la famosa nobleza de tal raza o la solidez de esta otra son en realidad trucos de la mente, de nuestra mente, proyecciones de nuestros sentimientos internos en el comportamiento de los perros. Y que las virtudes que les atribuimos (lealtad, amor, valentía) son ilusorias.Según Horowitz, la evidencia es que todas la emociones (culpa, tristeza, alegría, honestidad, piacardía) que nos parece que tienen son meras mímicas de nuestros sentimientos, y que los perros en el fondo son capaces de sólo dos emociones básicas: adhesión al que le da de comer y ansiedad por lo desconocido.El resultado que más me llamó la atención es la actitud de los perros en situaciones de crisis. Por ejemplo, las historias de perros que rescatan a niños del agua, o situaciones de ese tipo, según Horowitz, son falsas en general. Los perros no saltan al agua para salvar a su dueño sino que se quedan mirando, más que nada confundidos. Quizás ladren si ven a su dueño en problemas y por ahí el ladrido llame la atención de alguien que termine ayudándolo. Pero el perro en general no tiene un plan o un propósito ni mucho menos coraje. Por ahí hay casos registrados de perros al rescate, pero son excepcionales; lo que pasa es que los casos en los que el perro mira como se ahoga su dueño simplemente no quedan registrados. De vuelta, la complejidad del pensamiento del perro es una proyección de nuestros sentimientos en los suyos.
Y esa proyección es algo muy complejo. Puedo imaginar -lo dice el filósofo Thomas Nagel en uno de sus libros- cómo sería volar como un murciélago, comer insectos, colgarme boca abajo en el techo, escuchar sonidos de alta frecuencia. Pero lo que estoy imaginando en realidad es cómo me sentiría yo si me comportara como un murciélago. Otra cosa distinta es lo que significa para un murciélago ser un murciélago. De modo que, en el fondo, nunca sabremos qué siente el perro, Y el título del libro de Horowitz, en la versión inglesa, se refiere a esto citando al chiste de Groucho Marx: “Fuera del perro, un libro es el mejor amigo del hombre; dentro de un perro está muy oscuro para leer”.
[clearfix]Publicado en: El Desmitificador Blog de TN [/clearfix]