Mientras, como hasta hoy, no haya pruebas de la existencia de Dios pero tampoco de su inexistencia, la discusión no estará cerrada; si el ateísmo, aun sin pruebas, pretende dar una respuesta negativa inapelable a esa pregunta, estaría incurriendo en un acto de fe
Por Alberto Rojo y Ignacio Silva | Para LA NACION